Esperanza… ¡Cuántas veces sentimos esta palabra como hueca!
¿Qué significa? ¿Qué la mueve? ¿Qué la despierta? ¿Qué es en sí esa palabra y cómo podemos manejarla pues no la encontramos en nuestro vivir?
Antes que nada, hay que despertar la conciencia, hay que buscar en nosotros mismos qué es lo que para cada uno de nosotros significa, y en qué nos puede afectar.
A la mayoría nos da miedo despertar con una responsabilidad. Es mejor seguir en la riada, no implicarnos en nada ya que es menos complicado. Nos parece que vivimos más tranquilos, que no sufrimos tanto si no profundizamos. Pero entonces se vive una vida instalada en el cansancio de hacer lo mismo día tras día, sin que al final de la jornada se encuentre utilidad. Porque se sigue un “esquema” de comportamiento, una manera de competir por todo y por nada, de llenarse de cosas superficiales, de no dar significado real a las cosas que nos rodean.
Vivimos una vida muriendo, esperando que cada día se nos regale algo especial para que seamos felices, sin darnos cuenta que eso, “el regalo”, ya nos ha sido dado. ¡Es la vida misma!
No hemos aprendido a disfrutar lo que tenemos ni a observar lo que la vida nos da. Suena fácil decirlo. Podemos hacer un experimento. Pongámonos en silencio, cerremos los ojos y vaciemos nuestra mente de las preocupaciones diarias haciendo varias inspiraciones. Nos daremos cuenta de lo difícil que es vaciarnos de lo que llena nuestra mente, de las preocupaciones diarias.
Sin embargo, vale la pena intentarlo. Descubramos la luz en nuestro dolor, en la miseria o en la fortuna de nuestras vidas.
La riqueza del ser humano está en su interior, pero nos asusta buscarlo porque creemos que no hay nada que valga la pena rescatar. Nos da temor lo que no podemos ver, pero más miedo nos da buscarlo, porque entonces lo encontramos. Cuando dudamos de lo que llevamos en nuestro interior, perdemos la fe en nosotros mismos y en nuestra persona, e iniciamos la búsqueda en el exterior que, la más de las veces, desemboca en una pérdida de sentido.
Cuando confiamos en nosotros, en nuestro entorno, en nuestro mundo, en lo que podemos apoyarnos, en el objetivo en el cual hemos cimentado nuestra meta, no importan los obstáculos, son cosas necesarias para madurar. No tenemos porqué ser perfectos, ni tenemos porqué tener temor a equivocarnos, porque sabemos que podemos hacerlo, y podemos lograr mejorar nuestro mundo.
La desesperanza es un diálogo desalentador que nos dice en cada momento que no podemos seguir adelante, que no somos capaces, que no somos hábiles, que no tenemos lo necesario para sobresalir. Y ello porque hacemos la evaluación desde el exterior, desde los valores que no nos son propios, que no nos pertenecen, que no se encuentran en nosotros.
Es importante aprender a vivir con intensidad, caminar justificando cada paso que damos de manera consciente, no dejando pasar nuestros días.
¿Cómo podemos iniciar este proceso? Primero: deseando y dándonos cuenta de que realmente queremos participar en nuestra vida, que deseamos abandonar nuestro vacío, y aprender a vivir el día a día.
Segundo: descubriendo qué es lo que en este momento es importante para nosotros y qué podemos hacer para disfrutarlo, sin caer en el olvido de no hacerlo. Esto es apreciarlo, aún con los problemas que se nos presentan. No todos los días son iguales. Dejemos esos diálogos de “sólo lo malo me pasa a mí”, e iniciemos un nuevo diálogo, preguntándonos: “¿qué tienes para mí, vida, que sea valioso?”
Vivamos mirando al piso y dejemos de soñar en las alturas. Dejemos que la realidad nos gratifique con lo que sí podemos hacer, con lo que sí hemos trabajado, y con lo que sí tenemos. Dejemos de soñar con lo que no tenemos, pues ello nos llena de sueños limitantes y vacíos.
Tercero. No debemos de permitirnos vivir sin esperanzas, sin una meta que realizar, sin un camino que seguir, debemos valorar lo que tenemos con responsabilidad, darnos cuenta que depende de cada uno de nosotros y de nuestra actitud, de cómo vemos el camino.
Y que si yo puedo hacer por mi vida, transformando a positivo lo que me ocurre a pesar de las pérdidas y de los fracasos, estando en crisis, eso me llevará a hacer cambios y con ello madurar en mi camino.
Busquemos hacer realidad lo que necesitamos para llenar nuestra vida de sentido. No existen fórmulas perfectas, aun cuando se significó con números. Cada persona tiene su tiempo y con ello su individualidad, y los significados son propios para cada persona. Aunque no por ello tenemos que dejar de buscarlos.
Caminemos día a día, dándonos la oportunidad, esperando lo más bello que la vida nos ofrece: la ESPERANZA.
Texto: María Bertha Covarrubias Manrique
Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría
http://pliegotante.blogspot.com/2017/10/pliego-n-105.html
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