Si no recordamos bien el pasaje del evangelio de Juan donde Jesús resucitado se presenta a la Magdalena, leámoslo de nuevo (Jn 20, 11-18). Es muy interesante percibir cómo hasta que es cuestionada tres veces María reconoce a Jesús. Primeramente, dos ángeles le preguntan: “Mujer, ¿por qué lloras?”; después Jesús resucitado hace la misma pregunta y María no lo reconoce. Hasta que, en la tercera ocasión, en lugar de cuestionarla, Jesús la llama por su nombre “¡María!”.
El evangelio dice que ella “se vuelve” y le dice: “¡Rabbuní!”, es decir Maestro.
En sus primeras respuestas María se propone hacer todo lo humanamente posible por recuperar el cuerpo de Jesús, llora la ausencia del Amigo. Y es hasta que se siente llamada por su nombre cuando reconoce la voz de Jesús. Se trata de un nuevo llamado, ya había sido llamada a seguir el estilo de Jesús “en vida”, ahora era llamada a seguir su estilo “resucitadamente”.
Es importante resaltar que María “se vuelve” al escuchar su nombre. Es como si hubiera estado de espaldas o mirando hacia otro lado. Es cuando se siente nuevamente llamada cuando puede ver de frente, con claridad, y reconocer la voz de quien la llama.
¡Qué importante es la escucha! Una escucha que se abre desde el interior de cada persona y que puede acoger, tanto la realidad interior como exterior. Esta escucha nos hace “volvernos”, es decir, cambiar de perspectiva.
Ante esta llamada María ya no se lamenta por la ausencia del Amigo, sino que lo reconoce: “Rabbuní”. Su Maestro de vida está de nuevo a su lado, esta vez de una nueva manera.
Y es que, Jesús resucitado está a nuestro lado siempre. Llamándonos en nuestro interior y a través de circunstancias y personas externas que tocan a nuestro corazón. Nuestro nombre constantemente en sus labios.
La próxima vez que alguien diga nuestro nombre, escuchemos qué sucede en nuestro interior y cómo respondemos. Esto será eco de cómo responderíamos a Jesús. Él ya no nos pedirá que no le retengamos, Él ya está en el Padre. En cambio sí que podemos ir a quien queramos y decirle “he visto al Señor”, porque lo sentimos en nuestro corazón y esto nos hace verlo en las personas que nos rodean.
Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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