Una mujer que revela el rostro misericordioso de Dios
A lo largo de la historia, son muchos los hombres y mujeres que, a través del testimonio de su vida, han mostrado el rostro misericordioso de Dios. Quisiera compartirles algunos rasgos de una gran mujer estadounidense, que reveló a través de su vida al Dios misericordioso: Santa Catalina María Drexel. Nació el 20 de noviembre de 1858 en Filadelfia. Su padre era banquero. Su familia era de las más ricas del estado de Pensilvania. Catalina creció con él, con la segunda esposa de éste (la mamá de Catalina murió al nacer ella), y sus dos hermanas. Su papá y su esposa les dieron a ella y a sus hermanas un ejemplo de amor y de generosidad. En este ambiente, Catalina creció.
Catalina visitó algunas reservas de nativos americanos, en el lejano oeste. Pudo ver la situación de injusticia en que estas personas vivían. También viajó hacia el sur de los Estados Unidos donde pudo ver la dura situación de los afroamericanos. A pesar de haber sido abolida la esclavitud, éstos seguían trabajando en las plantaciones, mal pagados, sin derechos, sin instrucción ni asistencia sanitaria, viviendo una dura segregación racial. Esto impulsó a Catalina a abrir algunas escuelas para estas personas que ella veía tan marginadas.
Al mismo tiempo, Catalina, empezó a tener un deseo interior de ser religiosa contemplativa y se lo planteó a su director espiritual quien le sugirió permanecer como laica hasta que viera claro lo que quería hacer. Ella se dijo a sí misma, que fuera de un convento, podía consagrarse a Dios y dedicarse a los pobres y marginados, cosa que hizo, entre otras cosas, con la apertura de escuelas.
Catalina estaba contenta, pero veía también que ella sola no bastaba para esta tarea: la mies era mucha… En 1887, Catalina hizo una peregrinación a Roma y tuvo ocasión de tener una audiencia con el Papa León XIII. Ella le comentó la gran necesidad de que en Estados Unidos hubiera misioneros católicos y le pidió enviara misioneros. El Papa le dijo: Usted puede ser misionera. Catalina no había pensado en una vida misionera para ella, pero las palabras del Papa le abrieron perspectivas que antes no había imaginado. Entró en una congregación religiosa donde hizo su noviciado. Después de dos años se dio cuenta que aquel no era su camino. En 1891, con otras 13 jóvenes, fundó una nueva familia religiosa, con el nombre de Congregación del Santísimo Sacramento para los indígenas y gente de color. La referencia a la Eucaristía, era para recordar que Cristo se dio a sí mismo para ser alimento para todos sin discriminación de personas. En 1925, Catalina fundó la Universidad Xavier, la primera institución de estudios superiores de Estados Unidos destinada a los afroamericanos.
Las religiosas fueron con frecuencia perseguidas por considerar a los afroamericanos e indios americanos seres humanos, con los mismos derechos, y como hijos de Dios.
En 1935 Catalina sufrió un fuerte ataque de corazón que disminuyó sus capacidades físicas al inmovilizarla casi totalmente. Esto le permitió dedicarse a algo que hacía mucho deseaba y no siempre las actividades se lo permitían: una vida de oración y contemplación. Murió el 3 de marzo de 1955 a la edad de 96 años.
Catalina escuchó al huésped interior, el Espíritu Santo, que la condujo hacia dónde encarnar el rostro misericordioso de Dios, a través de su vida y la de sus hermanas de comunidad: entre los nativos americanos y los afroamericanos.
Que hermoso mosaico, el que forman tantos hombres y mujeres que encarnan de tan diversas maneras, la misericordia de Dios.
Texto: María de Jesús Chávez-Camacho
Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría
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