Jesús en el mismo lugar y en la misma ocasión de la Última Cena, nos dio esos dos Mandamientos Nuevos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» X(Jn. 15,12) y cuando les lavó los pies: servíos unos a otros como yo he hecho (cf.Jn. 13,14). En ambos casos, dio ejemplo de lo que predicaba. Sabemos que nadie da más testimonio de amor que el que ofrece la vida por los amigos. Y Él, horas después, la dio en la Cruz. Igual en ese otro mandamiento: lavar los pies era tarea del más ínfimo de los esclavos de la casa. Y Él, nos da asimismo este supremo testimonio: se hace el Último y sirve.
Falso sería nuestro amor al prójimo si no les servimos con abnegación o sea con olvido de nosotros mismos y de nuestros intereses.
Pero falso sería igualmente, un servicio que no provenga del amor. Sería adulación, o deseo de conseguir favores, o hipocresía. Amar y servir; ambas cosas son prueba inseparable de la autenticidad de lo uno y de lo otro.
Cristo añade también: «Seréis mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (Jn. 15,14)
Desengañémonos: no puedo ser amigo de Cristo, si no realizo como dos caras de una misma medalla, el amar y servir.
Jesús nos dio a todos y para siempre estos dos mandamientos nuevos. Lo hizo en el mismo sitio y casi al mismo tiempo: en el Cenáculo y a lo largo de la Última Cena Pascual. Amaos y servíos.
Por Alfredo Rubio de Castarlenas
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