En una reciente entrevista hecha a la periodista chilena Elizabeth Subercaseaux, a propósito de su libro “Vendo casa en el barrio alto”, ella aseguraba que la división de clases produce resentimientos, y, basada esta afirmación en su propia experiencia, añadía que su país es uno de los más clasistas de América Latina. En Chile, como en muchos países que han sido colonia, durante generaciones el poder se ha cautelado en las clases sociales más privilegiadas. Hoy este país, inmerso en la globalidad, ha de ir renovando la manera de enfrentar las relaciones.
Ni Chile, ni ningún país del mundo, puede aislarse del planeta. Una prueba de esto es la reciente crisis económica que, aunque va cambiando al mundo, aún no sabemos con certeza con qué profundidad. Los especialistas se contradicen un poco en las predicciones y quizás tenga tantas variables y condicionantes que posiblemente no se pueda hacer muchos pronósticos. Por ejemplo, si bien la crisis puede ocasionar inestabilidad y malestar, también -como toda crisis- será una oportunidad de remirar la vida y su propio sentido.
Hace años, nos preocupaba mucho quedarnos sin trabajo, hoy, no tanto. Cambiar de trabajo es frecuente y también lo es cambiar de especialidad: nos perfeccionamos, buscamos nuevas posibilidades, aprendemos técnicas, experimentamos… estamos más abiertos a los cambios. Antes, tener un cierto estatus social era muy importante, las clases sociales eran claras y definidas. Hoy ni es tan importante ni tampoco son tan definidas y esto, sorprendentemente, libera a las personas y da salud a las relaciones.
Aunque el estatus social no necesariamente va acompañado de la situación económica, muchas veces se daba por supuesta una relación directa que de alguna manera condicionaba a la persona para toda la vida, por tanto, relacionarse abiertamente, emparejarse, proyectarse, tener acceso a ciertas oportunidades, eran temas complejos. Eran sociedades mucho más cerradas, estables y permanentes. Hoy no es así. Los cambios y las oportunidades son pan de cada día. Emprendedores exitosos, creativos bien cotizados, investigadores con olfato que se convierten en verdaderos gurús, pueden tener reconocimiento y estatus hoy y mañana pasan de moda u otro les gana el lugar.
Detrás de la posición social, del estatus, hay un ídolo que pasa por encima de la persona. Cuando la posición social, el ansia de tenerla, la valoración de la persona… pasan por la posición que ocupa socialmente, hacemos ídolos que minusvaloran a la persona y, además, dejamos de relacionarnos con ella y nos relacionamos con lo que nos interesa de ella, la utilizamos.
Es interesante mirar la crisis, con los desazones que comporta y con las pérdidas que ha significado también, como una oportunidad. Una de las alegrías que puede comportar este nuevo orden, esta crisis, quizás sea despojarnos de las estabilidades sociales y abrirnos a conocer a los demás como amigos, no como a convenientes o socios.
Por Elisabet Juanola
Voz: Eduardo Romero
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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