Cuando el campesino siembra la semilla, para ésta es el fin, se encuentra bajo tierra a merced de la oscuridad y la humedad. No obstante, si las condiciones son propicias, de su aparente muerte nacerá nueva vida. Fin y comienzo se unen en un acto de abandono, de desprovisión.
Cuántas veces atravesamos por situaciones así, donde lo vemos todo oscuro y no está en nuestras manos hacer nada. Muchas veces no es gratuito ni fortuito llegar a momentos como este. Los acontecimientos nos van llevando a situaciones que nos sitúan en el fin de una etapa. Pero, al igual que la semilla, el fin de un estadio puede ser el comienzo de otro y hay que cruzar por esos momentos de incertidumbre en que no se sabe qué es lo que seguirá. Pueden aparecer transformaciones en nosotros que no imaginábamos.
Si continuamos con la metáfora de la semilla, vemos cómo toda la información para su cambio ya estaba en ella misma. Pensemos que en nosotros hay muchos potenciales atesorados, esperando el momento de salir, y que sólo necesitan el ambiente propicio para desarrollarse. Una situación de alerta o de presión nos hace actuar como nunca hubiéramos pensado. El nacimiento de un hijo despierta sentimientos de abnegación que no sabíamos en nosotros. Conocer a una persona o un grupo de personas, también despierta maneras de relacionarnos que no habíamos experimentado antes.
En esos momentos de cambio, muchas veces vamos a tientas, como la raíz que va brotando de la semilla y se va abriendo paso en la oscuridad de la tierra. Podemos torcer la ruta, hacernos mal o provocárselo a otro, incluso detener el crecimiento y renunciar a seguir por miedo. Somos seres vivos y contingentes que muchas veces nos quedamos a medio camino de las cosas.
Pero, si conseguimos perseverar, de aquella diminuta realidad en forma de semilla, pronto no va quedando nada. Al menos en apariencia, ya que toda la información que había contenida se fue nutriendo y combinando con los factores ambientales hasta dar vida a una nueva realidad. Un día cualquiera, de la superficie de la tierra brota algo que estaba oculto en su interior.
Así es como muchas veces nacen nuevas amistades, obras de arte, proyectos sociales, cambios trascendentales en la vida de las personas. Y tantas otras cosas. Los talentos están enterrados y, cuando encuentran condiciones propicias, comienzan a tener una gestación muchas veces confusa e incierta, pero que si hay una buena dosis de libertad, poco a poco va cobrando forma.
Estar atentos a nuestros procesos vitales puede ayudarnos a no dejar pasar esos momentos en que hay que enterrarse y esperar a que emerja de nosotros nueva vida. Probablemente, cada día se nos van oportunidades de crecimiento por no detenernos a morir un poco y nacer un mucho. La soledad y el silencio suelen ser esa tierra nutriente que nos ayude a germinar. No tengamos miedo de entrar en ella para ver qué brota de nosotros.
Por Javier Bustamante
Voz: Ester Romero
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Deja tu comentario