La muerte de una amiga me ha hecho reflexionar sobre esta realidad cierta de cada uno de los vivientes. Aunque otras veces pensar en ello ha sido como una introspección, esta ocasión me ha llevado a mirar a mi entorno.
No ha sido sólo recordar que ya había hecho testamento, no es que tenga mucha cosa que dejar a los cercanos. Más bien hoy he abierto mis ojos a lo que puedo dejar de problemas para estas personas queridas.
Recuerdo que ha habido personas que han sabido tener todo preparado para no dar molestias a los familiares. Sé de algunos que, incluso, tenían escrita la esquela mortuoria (¿quién mejor que ellos sabían todos sus datos?), dejando solamente en blanco la fecha exacta de su óbito.
Es por ello que he abierto una carpeta con un título: “En mi muerte”; dentro de la cual voy incluyendo, sin prisas, datos importantes para los que les corresponda la desagradable tarea de “enterrarme”. En este entierro por avanzado, se incluye el testamento hecho en su día ante notario, la decisión de ser enterrado o incinerado, el testamento vital, …
Pero también pensé que es bueno incluir en este dossier, datos que a los que quedan les sea fácil de encontrar y no tengan que hacer esfuerzos innecesarios para tener toda la información precisa. Pongo, por ejemplo, el número PIN de diferentes aparatos electrónicos, o de cierta cuentas u otras cosas.
Creo que debemos aprender a bien morir, y una de las maneras de hacerlo debe de ser ésta de no dar demasiados quebraderos de cabeza a los que quedan.
Ojalá pudiéramos hacerlo de una manera personal para todos y cada uno de los que bien hemos querido. Sería hermoso dejarles una perenne sonrisa con algún detalle.
Por Josep Lluís Socias
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