Cuando entramos en una habitación oscura, es muy difícil orientarse. Sobre todo, si no se conoce el lugar. Y  tropezamos con obstáculos, quizás muebles… Corremos el riesgo de caer, de hacernos daño…

Encendiendo la luz, los obstáculos siguen siendo los mismos, nada cambia, pero los vemos y es fácil caminar…

La presencia de Jesús entre nosotros es como una luz. La realidad no cambia, los obstáculos están allí. Pero esa luz nos guía, nos indica dónde ir, nos da la posibilidad de desplazar cosas o de transformarlas.

Si la luz natural del sol o de las velas o de nuestras lámparas es importante en nuestras vidas, cuánto más lo es la Luz de Jesús. Esa luz que brilla en sus ojos… Esa mirada de Amor.

Jesús nos pide mirar con sus ojos…, tener una mirada llena de ternura y de amor. La realidad es la misma, pero, vista con amor, ¡todo cambia!

Pidamos a Dios que bendiga la luz de nuestros ojos,
que bendiga nuestras miradas,
para que sean tiernas y acogedoras,
para que sean luz verdadera para el mundo.

Por Pauline Lodder