Audio: flores
Lo trae la primavera. Es el clamor telúrico por la vida, por el renacer, por la vitalidad de la esperanza…
Los brotes fueron anunciando que el tiempo estaba cambiando. La bonanza comenzaba a llegar y, después de un invierno lluvioso como este, la primavera ha estallado en juegos de colores que piden llamativos nuestra atención. Después del ser humano, las flores son, seguramente, lo más estético de la creación. Desafortunadamente y, como pasa con tantas otras cosas –también con los humanos-, nuestra mirada pasa distraídamente por delante suyo sin tener en cuenta de cómo son de bellas: a veces delicadamente, a veces casi escandalosamente bellas…
La belleza es fuente de sentido en sí misma. Aquello que es bello no puede no tener sentido. Quizás no somos capaces de formularlo, de decirlo en voz alta, pero lo experimentamos. La belleza proporciona paz, sosiego, dulzura, bienestar… Es la base sólida a partir de la cual soñar. La verdadera belleza no tiene porqué coincidir con los cánones estéticos generalizados. Hay belleza en la generosidad, en el servicio, en la ternura, en la sonrisa y en el llanto cuando son expresión de humanidad…
Pero, volviendo a las flores, es que además ellas son expresión de la gratuidad, de la magnificencia de Dios. Conmueve encontrar por los senderos de tierra, pequeñas, minúsculas flores que alfombran el paso dispuestas a ser pisadas por el caminante. Aparecen sorprendentes de entre las rocas, en cualquier rincón donde, probablemente nadie llegará a verlas nunca. Como tantos y tantos gestos de afecto, que quizás nadie descubrirá ni valorará, confundidos en medio del ajetreo de la vida cotidiana.
Y… ¿saben? Cuando la acción estética además es consciente, entonces es expresión de amor. Este es el trasfondo de lo que tradicionalmente hacen muchas amas de casa, sobre todo en el campo, en esta época. Rascan lo que se ha oxidado, blanquean sus patios, puertas y ventanas. Sacan las macetas que han protegido de las heladas y los fríos del invierno, siembran semillas, llenan las ventanas y balcones de tiestos floridos. Todo esto para expresar la alegría de estar vivos y la disposición de recibir y acoger –una vez más- la vida: la de quien venga de visita, la de quien quiera hacer estancia.
Un espacio cuidado con belleza es una invitación silenciosa a ser escenario de vida. Esta es la sabiduría existencial que hay en la raíz de estos gestos, de estas costumbres… Saber sostenerse en el amor es una tarea ardua. Las relaciones también se oxidan, también pierden luminosidad, se ensucian, se empolvan; también quedan medio secas, pierden las flores y se llega a dudar si volverán a brotar… Por suerte, la primavera siempre acaba llegando, quizás diferente cada año, pero con su propuesta de renovar la esperanza.
Sí. Pongamos flores fuera y dentro de casa, aunque eso implique dedicar un rato cada día a regarlas: al hacerlo, estaremos ejercitándonos en que también hemos de cuidar de las personas estimadas y de nosotros mismos. ¡Por qué no!
Vale la pena llenar ventanas y balcones, recibidores y estancias de un mensaje visual que comunica que el nuestro es un espacio abierto y preparado para el encuentro, el compartir, la conversación, el juego, la complicidad, la fiesta… Un lugar que permanece a la espera… a la espera de quien quiera hacer vida con sentido.
Texto: Natàlia Plá
Voz: Ester Romero
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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