He estado dos semanas en una ermita. Solo. En soledad y silencio. Queriendo encontrarme conmigo mismo y con Dios.

El primer día me parecía imposible poder estar así los días propuestos y sin nada que me distrajera del objetivo que yo perseguía. Nada de periódicos ni de revistas; nada de televisiones ni radios, solamente la Biblia y unos libros de espiritualidad que me ayudaran en ese tiempo de contemplar en soledad y silencio.

Se trataba de limpiar el pozo interior de la conciencia que, a lo largo del tiempo, se va rellenando de piedras, escombros, casi sin percibirlo. Crecen matorrales que impiden ver el agua cristalina que hay en el fondo del alma.

Solamente desde la soledad y el silencio, que podemos conquistar en espacios de tiempo más o menos largos y constantes, es cuando podemos interiorizar y profundizar en lo más íntimo de nuestro yo y descubrir esta realidad, no superficial sino profunda, de nuestro ser personas.

¡Qué sorpresa ha sido para mí, verme como en un espejo, tantos aspectos desconocidos por mí mismo!

Solamente estando en esta disposición es cuando uno está preparado para reconocer lo que uno ve reflejado en el espejo de uno mismo.
Qué gozo, por otra parte, poder ir vislumbrando aquel agua interior del pozo, que es la presencia de Dios en nuestro interior.

Es ir sintiendo de una manera cálida y gratificante la voz suave de nuestra propia conciencia.

Sobre las aguas atormentadas y revueltas de nuestra agitada civilización, flota, sin temor, el agua viva de nuestra conciencia personal con la luz resplandeciente y multicolor en ella, del arco iris de nuestra libertad.

Texto: Josep Lluís Socias
Voz: Àlex Borràs
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

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Audio: De la soledad y del silencio