“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre”. ¡Qué maravilla es este cántico a la maternidad, que no deja a su hijo en los momentos más trágicos! Para una madre es mucha más pasión y mucha más muerte ver morir a su hijo clavado en cruz y muerto de esta manera, que si ella hubiera estado en cruz y hubiera muerto. Para María es más mérito delante de Dios Padre estar al pie de la cruz, y de pie aguatando la pasión de su hijo.

Pero luego señala el evangelio que estaba la hermana de su madre, María de Cleofás, su tía. La tía es una persona que a veces en la familia tiene mucha importancia. En ocasiones es la tía soltera o viuda, es consejera, ayudadora, ¡qué papel puede tener hasta en la Redención la tía! ¿Queréis decirme si habéis leído en algún libro de teología que se hable sobre la presencia de la tía, hija de San Joaquín y Santa Ana, hermana quizás mayor de María?

Y, después, María la Magdalena, verdadera hermana de Jesús en el sentido que podríamos dar utilizando las palabras de Juan Pablo II, la que le ungió en su casa, de Marta y de María, la Magdalena que se queda allí llorando y permanece cuando las demás se han marchado.

Según las visiones que tuvo Santa Teresa, Jesús se aparece primero a María, su madre. ¡Quién sabe si a la tía! Lo que sí consta en los evangelios es esa primera aparición a María Magdalena, apóstol; como todas ellas apóstolas de los apóstoles. ¡Qué poco se estudia esta profundización de ser apóstolas de los apóstoles! ¡Qué papel de la mujer! ¡Qué teología! Se ha pasado sobre ascuas esa teología respecto a esta otra figura por miedo, por cobardía, por tantas cosas. Pero ahí tenemos, en María Magdalena, el ejemplo sumo de la hermana nuestra, de los sacerdotes.

“Al ver a su madre cerca, al discípulo que más quería”. Jesús quería a tres y quería a todos. Una madre quiere a todos sus hijos, pero pueden decir: éste o ésta, es más preferido de mamá que los demás. No es así, es que ése es el que corresponde más al amor de la madre. Claro, se establece entre ellos una especial relación de sintonía. Bueno, pues Pedro, Santiago y Juan, que salen en el Evangelio, a los que más amaba Jesús, se los lleva al Tabor en otras circunstancias. Pero aquí, en este momento sublime todavía lo aclara más: dentro de los tres, al que más amaba era Juan. Y por eso, porque es el que más corresponde, es el que está al pie de la cruz acompañando a María, a la tía y a Magdalena. Es el que no le traiciona, no se acobarda como Pedro o no está escondido como Santiago, él es el que más amaba a Jesús.

Y le dice: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. ¿Quién ha hecho la teología de los padres adoptivos? Aquí es María la madre adoptiva de Juan, y en Juan de todos los otros. Pero claro, María es María, es una adopción que ella nos transmite a nosotros, no un apellido de cristianos, no una herencia de toda la predicación de Jesús. Por el Espíritu Santo, por la gracia, María en esa adopción, por encima de todas las adopciones que pueda haber en este mundo, nos transmite además la naturaleza de Cristo, de Jesús. Por eso somos hermanos de Jesús, hijos de Dios padre y dioses con Dios, como dice Jesús que desea Dios, que seamos dioses. Y es la tentación del diablo: como no quiere que seáis dioses como Él, y yo os quiero tanto, pues haced esto y lo otro -para obnubilar la inteligencia de Eva y con esto manejar a Adán y perder el ser como dioses, y así ser súbditos suyos, príncipe de este mundo, del mal-. Dios no, Dios nos quiere hacer partícipes hasta de su naturaleza en la humanidad de Cristo, del Verbo encarnado. Y esto lo hace María. Y analógicamente, una madre cristiana llena de Espíritu Santo, por el Bautismo, también de alguna manera nos hace partícipes de la naturaleza de Dios.

“Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo -con toda la carga que tiene esta frase en la lengua de entonces- la recibió en su casa”, como verdadera madre. Esta frase está llena de significado.

Texto: Alfredo Rubio de Castarlenas
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanz

Madre, aquí tienes a tu hijo