[audio:https://hoja.claraesperanza.net/wp-content/uploads/2011/05/casate_con_mama.mp3|titles=¡Cásate con mamá!]Audio: ¡Cásate con mamá!

Esta frase no es título de un film cómico, no. La frase completa es: «papá, ¡cásate con mamá!», y la oí al hijito de un amigo. El niño siempre ha conocido a su madre y a su padre por separado. El matrimonio se rompió a poco de él nacer y nunca los ha disfrutado juntos. Los quiere a ambos y ambos le quieren, de ahí su trágica e inocente petición.

El niño no sabe siquiera si, en algún momento, ha habido amor o algún vínculo entre sus padres. ¡Qué tristeza! Es lo que hoy empiezan a señalar algunos psicólogos: que si bien es necesario que un niño se sienta querido por sus padres, lo es aun más, y es más importante, que sepa que sus padres se querían cuando le engendraron. «Esto es básico para el desarrollo armónico y global como personas», dice la pedagoga Ester Romero[1]. Y continúa: «Una persona humana es fruto de la unión de otras dos, unión que normalmente debería ser por amor, por ser humana. (Y precisamente de estas dos, porque de la unión de otras personas nacerán otros seres, pero este hijo no)». «En consecuencia –añade– para que el crecimiento de los niños sea armónico y regular, es primordial que éstos sepan que sus padres se querían cuando le engendraron. Que hubo amor en su origen. Y que se siguen queriendo. En el caso de padres separados, divorciados, etc., que los hijos sepan, al menos, que ambos padres aman a los abuelos y a sus tíos, y a sus amigos». «Si los adultos no nos amamos –concluye la pedagoga– y hacemos existir nuevos seres que no han pedido nacer, ¿a qué mundo les invitamos? ¿A un lugar sin amor, sin amistad, con sólo tensiones, individualismo y desacuerdos? ¿Les invitamos al caos o a la guerra?».

Ciertamente, urge llevarnos bien entre adultos. Que los pequeños, desde el nacer, presencien lealtad, amistad, concordia, paz y alegría. Sin embargo, muchas veces nos parece más fácil volcarnos por separado en los pequeños. Su amor parece resultarnos más cómodo y gratificante y, quizá, con ello tranquilicemos la conciencia al no entendernos entre adultos. Si obramos así, los niños en su subconsciente pensarán: «Me quieren porque soy pequeño y tierno, y les parezco manejable. Pero cuando yo crezca, desarrolle mis gustos y personalidad y tenga mis deseos, mis padres y los adultos en general ya no me querrán, como no se quieren los adultos entre sí».

Sí, «papá, ¡cásate con mamá!». Es una frase que, traducida para todos, es: «Adultos, ¡sed más amigos entre vosotros!».

Por Juan Miguel González Feria
Voz: Eduardo Romero


[1] Ponencia de la pedagoga Ester Romero en las XIV Jornadas Interdisciplinarias sobre «El diálogo intergeneracional», celebradas el pasado mes de diciembre en Barcelona, España.