Cuando empieza el año ordinario parece que todo vuelve a la rutina. Todo se acabó. En realidad, con la llegada del año ordinario es cuando empieza nuestro trabajo. Alimentados con las vitaminas espirituales de las fiestas, nos toca salir a la calle y dar testimonio. Sucede que a veces las fiestas, en vez de darnos fuerzas, nos cansan, nos dejan una resaca difícil de superar. ¿Será porque no las celebramos como debiéramos? Lo que es cierto es que cada año las fiestas vuelven una y otra vez con la intención de reavivar en nosotros nuestras caducas energías. El impulso creativo de ayer, se vuelve hoy estéril; la ilusión por la vida, un aburrimiento.
Cada semana tenemos una fiesta. Dios Padre sabe de nuestra debilidad y quiere que no nos cansemos. Nos quiere frescos y nuevos. Conozco algunos sacerdotes que, cansados y agobiados por problemas, después de celebrar la eucaristía recuperan la fuerza y la alegría al instante. Ya lo dijo Jesús: “Venid a mí los cansados y agobiados que yo os haré reposar.” ¡Cuántas cargas se vuelven ligeras al volver la mirada y la vida hacia Él!
Por Mónica Moyano
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