Si en algún momento no hubiera habido nada, ni Dios, ahora no habría nada. La nada es nada y nada puede hacer.
Ahora hay algo, por ejemplo tú, lector de esta Hoja. Luego siempre ha tenido que haber algo. A nuestra razón limitada le es difícil -diríamos imposible- llegar a saber qué es este algo, o acaso algo que a la vez es alguien. Nuestra razón casi entendería más que no hubiera habido nunca nada que el hecho de que haya algo.
Los hombres en todos los tiempos, en todos los pueblos, se han esforzado en escudriñar este misterio. Ese trabajo, cúlmen de toda cultura, es lo que se llama religión natural. Si admiramos legítimamente la poesía o la arquitectura hechas en las distintas civilizaciones, más dignas de admiración son aún sus religiones.
Todas las ciencias se conquistan a través de muchos errores, de muchas hipótesis. Cuanto más profunda es una ciencia más fácil es caer en lo erróneo. Pero es impresionante el esfuerzo de su búsqueda de la verdad.
Ese algo, fuente de todo, ni ha empezado ni dejará de ser, sencillamente porque Él es el Ser. Sólo cuando se manifiesta a los hombres es cuando podemos saber con seguridad alguna cosa sobre Él. Por ejemplo, que tiene amor de Padre.
Por Margarita Amigó (Barcelona)
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