Yo, tu semilla de eternidad,
Tú, mi incomprendido,
mi más nombrado,
mi extraño más íntimo
contigo me detengo en la fuga que soy
tiemblo y digo y digo y digo
me torno el más dichoso de ti
y, así, me instalo en tu nombre
soy quien te pronuncia sin saberlo
esta es mi pobreza
y tu infinita caridad.
Los seres humanos tenemos el don de ser limitados. Y es un don porque ser limitados nos hace depender unos de otros: ser necesarios y, a la vez, necesitados. La caridad pone la nota de amor a esa necesidad primigenia que tenemos. La caridad es amar como ama Dios y es el testimonio más grande que nos regala Jesús con su paso entre nosotros.
Por Javier Bustamante Enríquez
Poeta mexicano
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