Si nos fijamos, tanto la televisión de una casa rica como la de una casa pobre es la misma. Aunque uno tenga el mejor y más caro aparato del mundo, verá los mismos programas que otras personas que tengan uno sencillo.

Sucede lo mismo con la vida. Ya puede existir el hombre más rico del mundo o la persona más pobre, todos tenemos la misma vida: nacemos, vivimos y morimos. Y todos tenemos las mismas posibilidades: el contacto con la naturaleza y la amistad con las personas.
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Las personas deberíamos tener en nuestra vida unas «antenas parabólicas», que nos sirvieran para captar un sentido más hondo de la vida. No se trata solamente de vegetar en la vida, sino de poderla vivir en plenitud. Por eso, no hemos de dejarnos llevar por los impulsos que nos marcan las modas, sino que, además, hemos de reflexionar sobre qué hacer en nuestra vida, cómo desarrollar más nuestra capacidad de amistad, cómo ser más solidarios.

Ojalá sepamos tener, a lo largo de nuestra vida, unas antenas parabólicas, bien potentes, que nos abran todos nuestros sentidos –la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto- para conocer todo lo creado por Dios. Ya lo dijo Santo Tomás: «El conocimiento se da por los sentidos». Los seres que me envuelven por todas partes: mi hermano sol, mi hermana agua, mi hermano aire, mi hermano hombre… ¡Todos somos hermanos en la existencia! Cuanto más los sienta, más los conoceré y más los podré amar.

Que estas “antenas parabólicas” nos posibiliten ver todo el gozo que la vida nos aporta: sentir y vivir la amistad, la familiaridad, la solidaridad. Seguro que así viviremos más gozosos y felices.

Por Josep Lluís Socías
Voz: Ester Romero
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza