Existen estudios sobre los índices de felicidad de los países que, tal como en otros temas, señalan quiénes están mejor y quiénes no tanto. La manera de medir estos índices es de acuerdo con encuestas donde se pregunta a la gente si es mucho, bastante, poco o nada feliz.
Bután, una nación pequeña de la región del Tíbet, al sur de Asia, tiene un gobierno que mide la “Felicidad Nacional Bruta”, a través de la Comisión Nacional de Felicidad. Los factores para realizar esta estadística son extraídos de una encuesta hecha a más de mil persones según su bienestar psicológico, salud, educación, buen gobierno, vitalidad de la comunidad y diversidad ecológica.
No obstante, si bien es cierto que la felicidad es resultado de la sumatoria de varios elementos, hay uno que es interno, personal e intransferible: decidir ser feliz. Se podría decir que para ser feliz hace falta muy poco, casi quererlo ser.
¿Cómo se hace? Este es el tema, no se puede dar una receta. Cada persona hace muchos esfuerzos para conseguirlo y se supone que es lo que todo mundo desea. Pero, como en otros ámbitos humanos, las decisiones internas necesitan de una toma de conciencia previa. Podríamos ennumerar: estar bien, perdonar, controlar el humor, ser positivo, poner límites y varias más que, simplemente, hacen la cualidad de vida de cada persona.
Ser feliz no es algo menor, es la llave que abre posiblemente muchas otras puertas, la actitud que permite enfrentar el resto de las cosas. La observación nos proporciona ejemplos claros de personas que son felices en la prisión, con graves enfermedades y evidentes limitaciones. Estas personas tienen el tesoro de que son sencillamente felices y difícilmente les quitarán este don. En contraposición, hay personas que les cuesta mucho más. Incluso les sería posible gozar de la vida, tener salud, ser alegres y dar alegría a los otros, pero, en cambio, tienen serias dificultades para ser felices, mantener una cierta constante de felicidad.
En una ocasión, en la entrega de un certificado de informática en un curso municipal, un joven músico fue contratado para obsequiar con unas notas a un público mayoritariamente femenino. Antes de comenzar su repertorio, se dirigió a las asistentes diciendo: “las felicito por emprender la felicidad” y él explicaba que el hecho de inscribirse a un curso de capacitación era una manera de decidir ser feliz, pero además destacaba que la felicidad es un emprender, una empresa, una manera de ejercer la vida tomando la iniciativa.
Muchas veces vamos por la vida “quien día pasa, año empuja”, como dice el refrán, queriendo poner en positivo que la vida está hecha de pequeños momentos. Una expresión llena de sabiduría, similar a la de “paso a paso”, tan en boga por recordarnos que las cosas se hacen una detrás de la otra. Pero también puede pasar que dejemos que pasen los días y no los vivamos. Todos tenemos kilos de horas y de días no vividos, no conscientes entre pecho y espalda. Es aquello de: “no sé cómo lo he hecho para llegar aquí”.
La decisión de la felicidad va haciendo un rosario entre todos los momentos vividos y les da sentido pleno a partir de dar un sí total e irreversible a la existencia.
Por: Elisabet Juanola Soria
Voz: Marina Villa Rubio
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales.
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: Emprender la felicidad, una decisión personal e instransferible
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