Sentirte peregrino es una de las sensaciones humanas que permite tomar conciencia de que somos seres dinámicos en constante movimiento. Si no hay ningún impedimento, somos itinerantes porque hacemos diferentes recorridos. Pero el camino realizado como peregrino pide una actitud distinta, porque ser caminante peregrino supone no llevar cargas, es decir, ir ligero de equipaje para facilitar el andar y realizar un ejercicio sano y profundo para valorar lo que realmente es necesario o innecesario. Jesús dijo a sus apóstoles que para el camino sólo llevaran un bastón y nada más, ni pan, ni alforja, ni dinero. Estas palabras invitan a vivir de forma austera y pobre.

Una de las ciudades más visitada por los peregrinos es Santiago de Compostela. Hay muchas maneras de llegar a este bello lugar, pero todavía hay la esencia del caminante peregrino con unas rutas marcadas y con los sellos del camino para obtener la Credencial de Peregrino. Pero lo más hermoso para cualquier peregrino, con fe o sin fe, es poder abrazar al Santo Apóstol de la Catedral, situado tras el altar mayor que bendice y acoge a los peregrinos y protege su ciudad.

Es hermoso contemplar el paso de tantas personas de cualquier parte del mundo que desean abrazarlo. Observar y fijarse en cada abrazo impresiona, porque cada uno con este signo expresa sus intenciones que pueden ser desde peticiones hasta muestras de agradecimiento. Hay abrazos que envuelven al santo e incluso se dejan reposar la cabeza. Hay abrazos rápidos y ágiles, hay pausados y entretenidos. Abrazos con lágrimas en los ojos. Abrazos con besos sonoros… Ser testimonio de estos abrazos conmueve porque son fotografías vivas que invitan a pensar en cada ser humano que realiza este gesto.

Texto: Asssumpta Sendra Mestre
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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