El testimonio y la palabra de Jesús invitan a la conversión. Es decir, a girar nuestras vidas hacia Dios. Y es que, en Jesús, vemos cómo las palabras no están desligadas de los hechos. Él nos llama a la coherencia. Esta manera de obrar sin fractura le da autoridad sobre su vida y, su vida, es testimonio. Precisamente a las autoridades institucionales es a quienes más les interpela este mensaje.

En su evangelio, Marcos nos presenta una de tantas confrontaciones que las autoridades quieren provocar contra Jesús. Le cuestionan: ¿de dónde te viene la autoridad con la que obras? Podemos intuir que, detrás de esta pregunta existe la provocación de que Jesús declare que es Hijo de Dios. Por tanto, dar pie a ser acusado de blasfemia. Jesús los ve venir y les plantea otra pregunta para que queden reflejadas sus intenciones. ¿De dónde viene el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?

A estas autoridades, el miedo a la gente que seguía a Juan y que sigue a Jesús, les hace esconder lo que piensan y responden con un “no lo sabemos”.

Las enseñanzas de Jesús nos llevan a ir más allá de las dualidades y los enfrentamientos. Para Jesús es más importante la persona que la ley, las diferencias de sexo, nación, condición social y económica. Jesús ve a la persona y las condiciones que la envuelven y la invita a orientar su vida al amor del Padre.

Su autoridad real es el amor que se hace servicio.

Texto: Javier Bustamante


 

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