Toda relación humana que busca establecer una verdadera amistad está marcada por el afecto entre las personas que intervienen en dicha relación. Este cariño que existe y es compartido, generalmente se fortalece con el trato personal, “el roce hace el cariño” como comúnmente se dice.
El afecto personal, puro y desinteresado, tiene su manifestación externa en la ternura. Es más, podríamos decir incluso que el entusiasmo que se da en toda relación de amistad la dinamiza y se traduce en ternura. Y entiéndase la amistad en sentido amplio; es decir, como docilidad y amabilidad, delicadeza y afectividad, etc.
Esta ternura que envuelve toda relación de amistad verdadera se ha de manifestar de forma proporcional al grado e intensidad de amistad existente entre las personas. No será el mismo grado de ternura entre dos personas que acaban de conocerse, que la existente entre compañeros de trabajo, ni la que se pueda dar en un matrimonio. Pero ¡ojo!: si en una relación de pareja se tienen relaciones sexuales y éstas no son expresión del amor que se profesan, esto sería como un adulterio, en donde se estaría prostituyendo al otro. Es muy grave ver antes el sexo que la persona, y eso, lamentablemente, ocurre en muchas ocasiones ya sea de manera consciente o inconsciente.
Por desgracia, el liberalismo individualista y con tintes jansenistas ha hecho de las personas individuos aislados llenos de puritanismos raquíticos e incoherentes, impidiendo que existan entre las personas del mismo o diferente sexo, manifestaciones sanas de ternura que se expresen con toda naturalidad y normalidad. Y lamentablemente ha hecho que hombres y mujeres, en general, pierdan o retengan esa dimensión lúdica y afectuosa que toda relación de amistad conlleva. Emocionalmente, a veces, uno se ve impedido a abrazar al amigo o amiga simplemente porque sí, a achucharse o apapacharse, a jugar a pelearse cuerpo a cuerpo retozando por el suelo, a que se acaricie la gente y se besen… Tanto se nos ha metido el individualismo jansenista en nuestro comportamiento social que ¡hasta muchos de los bailes de hoy en día se practican separados!
Impedir estas dimensiones de ternura y juego de la amistad -que la llena de alegría y risas- por un falso o un malentendido pudor produce, según nos dicen los psicólogos, un déficit de solidaridad entre las personas. De hecho, en sociedades o ambientes donde no reina este individualismo-puritano, se palpa un mayor espíritu de cooperación y generosidad entre las personas, pues al sentirse «uno» con el otro se proyecta un crecimiento compartido.
Cada individuo es una persona humana con una apertura social. Esta apertura hacia la sociedad comienza en la familia; ésta es el primer lugar de socialización de todo ser humano, donde se aprenderán muchas cosas -entre ellas la ternura- que después se llevarán a la práctica en otros ámbitos.
Las ciencias en general y las humanas en particular, nos ayudarán a ir descubriendo o formalizando esas expresiones de ternura que han de darse en la amistad y en qué grados se han de dar, dependiendo del estadio de la amistad.
Texto: Diego López
Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría
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