Repensar nuestras cosmovisiones.

Uno de los mayores retos del siglo XXI es aprender a convivir en la biosfera. El ser humano aparece en el relato del Génesis como adamá (tierra). Recibe de Dios el encargo de cuidar la tierra como un buen jardinero. El ser humano y Dios no se sitúan sobre la realidad natural, sino en la realidad natural. Dios no es un ser solitario sino busca relación y comunión. Dios-Ser humano-Mundo se encuentran en la misma aventura de existir. San Francisco expresa con su Cántico de las Criaturas una profunda fraternidad cósmica. Los pueblos andinos cuidan la Madre Tierra (La Pacha Mama). Su cosmovisión está basada en la reciprocidad y en la necesidad de mantener un equilibrio entre los humanos y la naturaleza. Piden permiso antes de tomar cosas de la Madre Tierra, y agradecen y devuelven lo que ella les ha dado.

Los movimientos ecologistas han reintroducido el término griego de Gaia: la idea de concebir a la Tierra como un ser vivo. La atmósfera y la parte superficial del planeta se comportan como un todo coherente, donde todo se autorregula.

Nuevas cosmovisiones comienzan a abrirse camino en la teología: el panenteísmo, la ecosofía, la intuición cosmoteándrica, …
Vale la pena repensar nuestras cosmovisiones para mejorar las relaciones entre personas, el cosmos y la trascendencia… Buscar fundamentos para que la casa común de todo lo creado sea un hermoso jardín de verdad, belleza y paz.

Organizado por la Colegiata Cielo en la tierra y la Universitas Albertina