Dos cosas me han pedido: escribir sobre la muerte y la vida. De entrada parecen dos entidades contrapuestas. Y no creo que me pidan hablar hipotéticamente de estos dos hechos. Si me permitís lo haré en dos tiempos.
1.La muerte
Es difícil hablar de la muerte sin previamente hablar de la vida, porque sólo mueren los que viven. Me explico: los que viven son los seres que han tenido el don de la existencia. En un primer momento iniciaron su vida y en otro momento dejarán de vivir, les sobrevendrá la muerte.
Y la evidencia nos habla que hay entidades existentes, pero que se diferencian en la calidad de existencia. Son muy distintas una piedra de una gota de agua, de una animal o de una persona. Parece ser muy diferentes los dos primeros (la piedra y el agua), de los dos segundos. Estos últimos, por su semántica, tienen el “alma”: son animales y somos animales racionales.
A menudo hablan del “misterio” de la muerte. Se supone que este misterio se refiere al más allá de la muerte misma, que acontece en cada ser. Porque el fallecimiento de las personas y los animales son evidencias palpables.
2.La vida
No sé si al pedirme que hable de la vida se refieren a esta vida antes de la muerte, que es la vida evidente en la cual percibimos las cosas y luchamos por sobrevivir.
O quizás piden de lo que podríamos llamas la “Vida” con mayúscula o en cursiva refiriéndose a después de la muerte. Y así diferenciamos la “vida” de la “Vida”.
Muchas personas nos hacen llegar por Youtube o por otras redes, comentarios e incluso conferencias de personas muy entendidas en la materia que se refieren en la certeza de que después de la muerte hay una Vida. Y lo explican por la experiencia de algunas personas que han estado unos momentos “muertos”, pero que vuelven a la vida y explican la experiencia de ver un túnel o que sentían…
La vida, no es difícil de entender, es la plenitud de la existencia.
Y sabemos que es su límite. Pero tengamos en cuenta que somos limitados y uno de los términos es el final de la vida; pero no olvidemos que tenemos otro extremo, que es precisamente el inicio de nuestra vida. Es como si tuviéramos en nuestras manos un cordel de un metro de largo: tiene dos finales, que son a la vez sus límites. ¿No es más misterioso: por qué yo vivo, que no: por qué muero? Morir es obvio (accidente, vejez, enfermedad,…). Pero, ¿vivir?: ¡Qué misterio es que se unieran dos gametos desconocidos, con unas condiciones únicas favorables!
Qué sorpresa más entusiasmadora es encontrarnos en este mundo, existiendo. ¡Qué gozo vivir! Siempre tendremos tiempo de morir. No tenemos prisa.
Texto: José Luis Socias
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
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