El Reino de Dios es el núcleo del mensaje de Jesús, centro y motivo de su predicación, y el tema de muchas de sus parábolas. En arameo la expresión es Malkutá di Elahá. En los evangelios leemos «Reino de Dios» (en Lucas y en Marcos) o «Reino de los Cielos» (en Mateo). El concepto es original de Jesús, pero toma una imagen que los antiguos entendían muy bien: Dios como rey del cielo, de la creación y de la historia.
Jesús no explica directamente qué es el Reino, pero lo hace presente con su vida y obras. Todos los milagros son signos que lo manifiestan. El Reino de Dios es la presencia Dios en medio de la humanidad: es el Dios-con-nosotros que anunciaban los profetas, la esperanza de Israel hecha realidad. Jesús hace presente a Dios en medio de su pueblo; podríamos decir que él mismo es el Reino de Dios.
¿Cómo es este reino? Jesús nos da muchas imágenes: una fiesta, un banquete de bodas, la liberación de la muerte, del mal, de la enfermedad; es abundancia, salud y alegría; es misericordia infinita, es perdón, es amor incondicional del Padre del cielo, que nos ama como a hijos. El Reino de Dios es la nueva imagen que Jesús ofrece del Dios del Antiguo Testamento: el retrato de un padre bueno y magnificente que lo da todo por sus hijos, el padre de la parábola del hijo pródigo.
Este reino no tiene nada que ver con implantar un nuevo orden político ni social, y Jesús lo deja bien claro. No viene a incitar una revolución armada. El reino crece como una semilla humilde, pequeña pero fecunda. El reino es de los sencillos de corazón que lo acogen sin dudas, orgullo ni sofisticaciones mentales. El reino se hace realidad allí donde las personas se aman, se sirven y no quieren protagonismos ni poder. El reino es de los que se hacen últimos para amar mejor.
En contraposición, en muchos escritos del Nuevo Testamento, sobre todo de Pablo y Juan, leemos la expresión «el mundo» o «el reino de este mundo». No se refiere al mundo físico, como si la creación fuera malvada y menospreciable, sino a los poderes mundanos que se oponen a la voluntad de Dios. Son las tendencias que llevan a la ambición, el poder, la esclavitud y la explotación de los seres humanos en favor de unos pocos poderosos. Es el reino del engaño y la mentira, del hombre que se quiere endiosar, de las ideologías que van deshumanizando a la persona. Jesús nos invita a ir a contracorriente y a salir de este «mundo» erigido sobre la falsedad para entrar en el Reino de Dios, donde la persona humana reencuentra su dignidad y plenitud.
Hoy podemos entender el Reino de Dios como la presencia de este Dios cercano, que interviene en nuestra historia porque nos ama y no quiere que nadie se pierda. No es un Dios lejano ni indiferente, sino que se hace presente en la humanidad. Pero lo hace de manera poco espectacular, a través de personas que lo acogen y se entregan por amor a los demás. Allí donde se respira libertad, humanidad, servicio, benevolencia y amor, allí está el Reino. En palabras de Jesús, allí donde hay dos reunidos en mi nombre, allí estoy yo.
Texto: Montse de Paz
Fuente: Catalunya Cristiana
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