Cuando pensamos en la familia de Jesús o en el término la Sagrada Familia, nos vienenimágenes de su nacimiento o infancia, junto con María y José. Una familia muy nuclear. En los evangelios también se hace mención de los hermanos de Jesús. Con probabilidad también hubo hermanas carnales, pero quizás en la época no se hacía tanta referencia a la mujer.
Ampliando el espectro familiar podemos incluir a sus abuelos conocidos, Ana y Joaquín, madre y padre de María. De José los evangelios recogen poca información, por lo mismo, no sabemos los nombres de su madre y padre.
Por su lugar destacado en la biografía de Jesús, sabemos de su primo Juan el bautista y, por añadidura, de su madre Isabel y su padre Zacarías. En los pueblos pequeños, como Belén o Nazaret, las familias suelen ir emparentando entre sí, así que la familia sanguínea de Jesús, con probabilidad, sería más extensa que el pequeño núcleo familiar. Además de que en la antigüedad y, hasta hace medio siglo en nuestras sociedades, las familias solían ser numerosas, acogiendo bajo el mismo techo varias generaciones.
Familias con estas características tenían y tienen muchos valores que dan cohesión al grupo, contención a la persona, herramientas para socializar, lazos afectivos fuertes, transmisión de la cultura, la tradición y las creencias religiosas. Pero algo habría también en este modelo que constreñía la libertad de la persona, recortando las características singulares de cada una en aras de seguir reproduciendo un modelo único de ser mujer y hombre. Algo en lo cual Jesús no creía, ya que vería que un modelo así conseguía que las personas fueran manipulables, crecieran con sentimientos de miedo y culpa, no fueran creativas ni responsables, sino que dejaran que las leyes, lo establecido, pensaran y sintieran por ellas.
Cuando Jesús comienza lo que llamamos “vida pública”, se va rodeando de mujeres y hombres a los cuales considera sus hermanas y hermanos por ser hijos de Dios. Una fraternidad existencial que va más allá de los lazos consanguíneos y que busca, por sobretodo, la libertad personal. Y que sea personal no quiere decir que sea individualista, sino una libertad que se va construyendo compartidamente, reconociendo las singularidades de cada quien.
Hoy llamaríamos una familia incluyente, donde no hay un solo modelo de mujer y hombre, sino diversidad de personas, como diversidad de orígenes, maneras de vivir, de sentir, incluso de creer. Los lazos reales son los del amor, la compasión, la solidaridad, la generosidad. Estos no conocen de apellidos ni linajes, tampoco de roles cerrados ni clases sociales. No al menos, como lo propuso Jesús en ese siglo I del cual nos van narrando los evangelios.
Cuando, estando Jesús rodeado de mucha gente, le dicen que vienen a buscarle su madre y sus hermanos y él hace énfasis en que su madre y sus hermanos son aquellas personas que aman como Dios ama, no creo que fuera un renegar de su familia carnal, sino un romper simbólicamente esos lazos para hacer ver que la familia es mucho más amplia. Jesús quiere vivir la familia humana con toda amplitud, no la familia nuclear cerrada en la exclusión, en la cual se fortalece la pertenencia o no pertenencia a dicho grupo.
En Barcelona se sigue construyendo el famoso templo de La Sagrada Familia, cuyo plan arquitectónico se debe a Antoni Gaudí. Este templo, originalmente sería dedicado a San José, pero desde sus comienzos se cambió la advocación a la Sagrada Familia. Gaudí planteó que los retablos del templo serían las propias fachadas, para que las personas pudieran contemplarlos desde las calles. En dichos retablos se recogería la vida de Jesús con una fachada dedicada a su nacimiento e infancia; otra fachada dedicada a su pasión, muerte y resurrección, y una más dedicada a la gloria.
La fachada del nacimiento se hizo aún en vida de Gaudí, bajo los criterios estéticos del momento. La de la pasión se continuó en la segunda mitad del siglo XX, siguiendo el proyecto temático que había dejado el arquitecto, pero con criterios estéticos diferentes a los de la primera fachada. Ahora, comenzando el segundo cuarto del siglo XXI, se propone la concreción de la fachada de la gloria, de la cual también hay algunos lineamientos que apuntó Gaudí en el proyecto original, pero que estéticamente recogerán los gustos contemporáneos. Incluso ya hay terna de escultores candidatos a los cuales se encargará este proyecto.
Así como la fachada del nacimiento recoge esa familia consanguínea de Jesús y momentos claves de su nacimiento e infancia, la fachada de la pasión destaca con dureza el proceso que sufrió hasta su muerte y resurrección, la fachada restante llamada de la “gloria”, ¿no podría recoger, de alguna manera, esa familia incluyente, que abarca el género humano, que pretende la libertad de la persona… que vino a proclamar Jesús? Familia donde lo consanguíneo no es lo importante, sino la voluntad de amar, de responsabilizarse por sí mismo y por los demás, de cuidarse mutuamente y hacerse crecer…
Javier Bustamante Enríquez
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