«Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza» es la cita bíblica que encabeza el mensaje de León XIV para la V Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores.

Ante la realidad que viven muchos ancianos, de soledad, de indiferencia, de marginación… el Papa, en su mensaje, nos invita a ser protagonistas “de la ‘revolución’ de la gratitud y del cuidado, y esto ha de realizarse visitando frecuentemente a los ancianos, creando para ellos y con ellos redes de apoyo y de oración, entretejiendo relaciones que puedan dar esperanza y dignidad al que se siente olvidado. La esperanza cristiana nos impulsa siempre a arriesgar más, a pensar en grande, a no contentarnos con el statu quo. En concreto, a trabajar por un cambio que restituya a los ancianos estima y afecto.”

En esta etapa de la vida en que se da un descenso gradual de las capacidades tanto físicas como mentales, cobra especial relieve este mensaje del Papa, ayudando a tomar conciencia y redoblando los esfuerzos para que las personas mayores tengan los cuidados, el apoyo y la compañía que les posibilite vivir con esperanza. Sobre todo, fortaleciendo vínculos, promoviendo conexiones sociales que contrarresten la terrible soledad en la que muchos ancianos se ven inmersos. Según un informe de la OMS publicado en junio de este año, se estima que la soledad está ligada a cien muertes cada hora.

Cultivar y alimentar la esperanza es uno de los desafíos de hoy en día en un mundo tan convulsionado donde la desesperación y el sinsentido parecen ir ganando terreno. Ernst Bloch, autor de El principio de esperanza, afirmó que la esperanza puede aprenderse y que éste es el aprendizaje más importante de la vida. La esperanza, decía Bloch, no es pasiva, la esperanza sale de sí, da amplitud a las personas en lugar de angostarlas. En ese sentido, también el filósofo coreano afincado en Berlín, Byung Chul Han, ha señalado que la esperanza es activa, nos impulsa a actuar y a estar abiertos, atentos, expectantes a lo que aún está por nacer. La esperanza es la partera de lo nuevo. Sin esperanza no hay evolución ni futuro.

Por otra parte, la esperanza se puede “frustrar”. Esta advertencia de Bloch tiene especial valor porque la hizo siendo ya anciano. Es decir, sabía de qué hablaba. Como telón de fondo de esta afirmación estaban sus destierros, las dos guerras mundiales vividas, las muertes de seres cercanos, los desencantos políticos… Pero, sorprendentemente, el descubrimiento de que la esperanza se frustra no le condujo a romper su compromiso con ella, sino a identificar «frustración» con «dignidad». Lo grande de la esperanza es que sabe de frustraciones y, a pesar de todo, no se rinde.

Quizás una de las grandes tareas que tenemos como seres humanos es proveer la vida de sentido. Sin sentido, sin proyecto de vida, no hay esperanza. Ésta se diluye en un océano de materialismo y consumismo que va carcomiendo el sentido de la existencia. Byung Chul Han afirma que la esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo salga. Hacer algo que tenga sentido, en eso consiste la esperanza. La vida sin sentido es pura supervivencia.

Por ello, dotar de sentido cada etapa de la vida, también la ancianidad con las limitaciones propias de la edad, es una tarea insoslayable para poderla vivir con esperanza y dignidad.

Lourdes Flavià Forcada

Murtra Santa María del Silencio