Cuando nos dirigimos al Padre con la oración que Jesús nos enseñó, el Padrenuestro,  hay un momento en que le pedimos: “hágase tu voluntad…”. Este “hágase tu voluntad”, formulado así, podría parecer como si le diéramos una orden a Dios o cediéramos ante un pulso de fuerzas y acabáramos diciéndole que haga lo que desee. Si lo reformulamos de otra manera: “que se haga tu voluntad”, estamos expresando un deseo al cual nos adherimos. Este desear que se realice la voluntad del Padre nos recuerda la pasión y resurrección de Jesús. Y, ¿qué son la pasión y resurrección?: un “sí” incondicional, donde el valor más grande de este sí es la libertad. No se trata de un sí sumiso o fruto del temor, sino un sí libre, auténtico, consciente, maduro, que trae consecuencias las cuales son aceptadas.

La palabra voluntad proviene del verbo latino volo: querer, desear. Hacer la voluntad, pues, es ejercer la libertad.  Y la libertad es sintonizar nuestras decisiones y acciones con aquello que nos pide el corazón. Implica todo un camino de escucha, sinceridad, discernimiento, responsabilidad. Podríamos decir, incluso, que la voluntad hunde sus raíces en la libertad. Si no soy libre, no puedo decir “quiero” de una forma plena.  También hemos de tener en cuenta que la libertad no es sólo individual, sino que se produce en resonancia con la realidad que nos envuelve. La libertad no es mía, sino nuestra.

Cuando uno toma consciencia y desea unir su voluntad con la de Dios, esto no implica una renuncia. Por el contrario, implica una aceptación, un encuentro, un reconocimiento gozoso. Dios nos ha dado un “sí” fundamental a cada ser al brindarnos la existencia, pero, sobre todo, al acompañarla de la libertad. Nuestro “sí” pasa por reconocer y aceptar ese don de la vida y por ser conscientes de la libertad que late dentro de nosotros y que, unida a la de Dios, se traduce en un desear que Él habite en mí, habitando yo en Él.  Esto produce milagros.

Los seres humanos somos limitados, por tanto, nuestra libertad y nuestra voluntad también lo son. Sin embargo, al unirse a la libertad y a la voluntad de Dios, trasciende en beneficio mío y de toda la creación, comenzando por la realidad más próxima.

Por Javier Bustamante
Voz: Claudia Soberón
Música: Manuel Soler , con arreglos e interpretación de Josué Morales.
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

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Audio: Unión de voluntades