Cristo ha veindo a redimir a todos, a redimir a aquellos que, de entrada, quieren escucharle, quieren permanecer unidos a Él y de esta manera pueden dar mucho fruto.  Pero lo que pecan -pecar consciente y libremente-, quedan realmente separados de esta cepa viva que es Cristo, quedan cortados, se secan, no sirven para dar vid.

¿Para qué sirven los sarmientos, entonces? Si vais vosotros en septiembre a los campos, después de la vendimia, empiezan a arrancar las viñas para que estén bien la próxima temporada, y cortan sarmientos, dejan nada más la cepa bien pequeña. Esos sarmientos no los tiran, ciertamente no, los recogen y en carretillas se los llevan para hacer leña. Es muy buena la leña del sarmiento, quema bien, perfuma, mucha gente cocina esos platos típicos de los pueblos con leña de sarmiento. Para algo sirve.

Cristo ha muerto también por esos sarmientos secos. ¡Y cómo los revive, cómo hace que aún habiendo pecado y siendo secos y que no dan frutos, sirvan de nuevo para algo en el Reino de Dios! Por lo cual, la misericordia de Dios alcanzan, les alcanza esta redención y pueden también, después de este purgatorio, ese purgatorio de las llamas que ellos producen, llegar también a ser hijos. Como el hijo pródigo de Dios Padre.

Muchas veces paso delante de una panadería de la que sale un perfume muy agradable del horno de leña. Sí, esa leña de los sarmientos que la gente aprovecha y que sirve para encender hornos. ¿Y qué se hace en un horno? Se hace pan. Esa leña cortada, Cristo la recogerá un día para que sirva para hacer pan, pan eucarístico.

Texto:  Alfredo Rubio de Castarlenas
Voz: Marina Villa
Música:  Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción:  Hoja Nuestra Señora de la Clraesperanza

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Audio:Parabola de la vid y los sarmientos