Hemos podido escuchar una y otra vez al Papa Francisco interpelando a ir a las periferias: las geográficas y las existenciales. Y eso encaja perfectamente, tanto con la evangelización como con la nueva evangelización, que se retomó con motivo del Año de la Fe.
Es realmente labor de apóstol ser enviado a lo desconocido, a lo que no se domina… Pero también ir a evangelizar de nuevo: ¿Cómo depurar el mensaje fundamental de tantas cosas que lo han desdibujado? ¿Cómo retornar al amor primero?
El Papa Francisco, con mucho realismo, asume las implicaciones que puedan derivarse de este moverse en zona desconocida. Y lo ha dicho muy claro: entre una Iglesia que de tanto mirarse a sí misma acabe enferma de autorreferencialidad, y una iglesia que pueda accidentarse porque sale a caminos que no controla, él prefiere más, sin ninguna duda, asumir el riesgo de accidentarse.
Así que, dado que vamos a una nueva situación, no nos queda otra que dejarnos llenar del Espíritu Santo. No hemos de hacer las cosas imitando a Cristo: sería anacrónico. Hemos de hacer tan nuestros sus criterios de fondo, que pasen a través de nuestro cascarón y nuestras características, vigorizados por el Espíritu Santo, por el aliento de Dios. Así, quizás podremos decir aquello de “es Cristo quien vive en mí”.
Abrazando, pues, la libertad de hijos de Dios, hemos de ir siendo una sola voluntad con Él, confiados y afirmados en lo que Jesucristo nos ha mostrado, y en el Espíritu que nos llena de esperanza: tenemos y sabemos todo lo necesario para lo que hemos de ser y hacer. Siempre humildes en reconocer que los aciertos son inspirados y que, en ocasiones —aún andando con toda la prudencia del mundo—, nos equivocamos en los caminos, los objetivos, las maneras, los medios… La misericordia de Dios nos rescata incansablemente de los senderos erróneos y nos devuelve a la orilla del camino para que, nuevamente, remprendamos la marcha.
Sólo asumiendo el riesgo de vivir, daremos razón de una fe que es relación viva con un Dios vivo. El que quiera caminos trillados, el que quiera el mapa trazado y bien delimitado, es casi como el que teniendo la mano en el arado mira atrás.
La brújula es la misma que siempre: no tenemos otro norte que la caridad. Pero una vez resuscitados con Cristo, hay que asumir con madurez la responsabilidad que nos viene con el don recibido y salir al camino sabiendo, como decía San Juan de la Cruz, que para ir a donde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe.
Texto: Natàlia Plá
Voz: Ester Romero
Música: Maunel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza
Audio: ¡Fuera mapas!
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