Estamos a las puertas del V Centenario del nacimiento de Teresa de Ahumada, conocida por Santa Teresa de Ávila. El Año Jubilar que iniciaremos el día 15 de octubre nos dará una preciosa oportunidad para escuchar palabras de belleza humana y mística que después de 500 años permanecen hoy frescas e inspiradoras.

Teresa es una de las mujeres más fascinantes en el mundo cristiano y de patrimonio universal. Tanto por su carácter y sus iniciativas, como por sus experiencias místicas y por el modo en que las dejó escritas. Supo armonizar en su vida profundidad y cotidianidad, audacia y sencillez, humor y queja.

A Teresa, maestra de espirituales y mistagoga de oración le podemos pedir una palabra sobre la oración, que nos enseñe a orar. Hablar de oración, para Teresa, es hablar de su trato con Dios.

Presenta al Dios que se ha acercado a su vida, deseoso de relacionarse con ella y de hacerle mercedes. Un Dios amigo, que le abre las puertas a la amistad, que tiene ganas de darse y que se da el primero. “Un Dios amigo de todo hombre” (V 22,6). Por eso, para Teresa la oración es un trato de amistad, “estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V8,5). “Requiere una muy determinada determinación de beber de esa agua de la vida y de recorrer el camino interior suceda lo que sucediere. Digo que importa mucho y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere…”. (C 21,2)

Con la fuerza de una veterana nos arenga a cada uno/a a entrar sin miedo en las propias moradas, a hacer un viaje a nuestro interior, a recorrer el propio castillo y a descubrir que no estamos huecos por dentro, que tenemos grandísima riqueza: “en la morada más profunda, en el centro del alma está el Señor”. (C 28,10; M 1,1,2-3)

Las experiencias más fuertes las localiza Teresa en el centro del alma, “en los tuétanos, en ese yo de la persona, en una cosa muy honda que no sabe decir cómo es”. (M 7, 1,1)

La oración para Teresa es un modo de ser: de acogida a Dios y de donación personal. Ser orante exige continua conversión, cambiar el ser a base de lo que ella llama tres cosas necesarias (C 4,4): PASAR
• del egocentrismo al amor-servicio (amor de unas con otras);
• de la posesividad al desasimiento o liberación de sí (desasimiento de todo lo criado), y
• de la autosuficiencia a la humildad-verdad (verdadera humildad).

La oración la define y la vive, también, como una escuela de verdades: “Llegada a Vos, subida en esta atalaya donde se ven verdades…” (V 21,5). La verdad de Dios, que nunca se cansa de dar, que siempre nos da la mano y, la verdad nuestra, siempre menesterosos y necesitados de su GRACIA.

Texto: Maria Jesús Zabalza , Carmelita Misionera

Voz: Javier Bustamante

Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales

Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 

Audio: Teresa, maestra de oración