Cerrada la puerta
En la oración, estando en soledad y silencio con Dios-Padre, es donde cada uno alimenta su libertad y responsabilidad. Por ello, es importante dejar nuestros trabajos y apostolados -por grandiosos que puedan parecer o ser- para retirarnos a la soledad y el silencio, como Jesús se retiraba
Crear es encarnar
Entrevista a Javier Bustamante Enríquez, artista mexicano. El encuentro con la soledad y el silencio, la contemplación de la realidad para ser uno con ella, el proceso creativo como experiencia de vida, la existencia compartida con Dios… son temas que van brotando de una tarde de conversación con Javier Bustamante.
Amigos de Dios
Cuando llegamos realmente a saborear estar a solas con Dios, vamos siendo, vamos sintiéndonos, amigos de Dios; porque no es baldío lo que dice Cristo: “Ya no os llamo siervos, os llamo amigos”. Amigos es una cosa mutua. Si Él me llama amigo, yo puedo llamarle amigo también, ¡somos amigos! ¡Qué tremendo descubrimiento
De la soledad y del silencio
He estado dos semanas en una ermita. Solo. En soledad y silencio. Queriendo encontrarme conmigo mismo y con Dios.
El primer día me parecía imposible poder estar así los días propuestos y sin nada que me distrajera del objetivo que yo perseguía. Nada de periódicos ni de revistas; nada de televisiones ni
Desde la soledad y el silencio
En este mundo el presente es algo tan fugaz, tan breve, que se nos escapa continuamente de las manos. Es como una frontera, que se desplaza a su largo continuamente y va convirtiendo el futuro en pasado. Cuando uno viaja en automóvil, va viendo que el paisaje que se acerca y que desearía
Los sentidos de la vista
Los sentidos de la vista
Ciego,
mas no carente de vista:
abro las manos, los oídos, la piel
y veo
leo sobre la superficie del aire
poemas
intuyo en el perfume de las cosas
su color
percibo en el tono de tu voz
el arco de tus cejas
María
María, después de la Anunciación, se siente sola.
¿Con quién hablar?
¿Con quién poder compartir ese secreto, esa verdad,
esa experiencia fuerte de Dios?
¿Quién le creerá?
¿Quién no la juzgará como mujer adúltera?
¿Quién no dirá que ese niño es un bastardo?
¡Seguramente ella será lapidada
como otras mujeres de su época!
Y, en esa profunda soledad,
María recuerda las palabras del