En el evangelio, alguien pregunta a Cristo: ¿dónde vives, dónde moras? Esta pregunta también sale de lo más hondo de nuestro corazón, el querer seguirle: Cristo, ¿dónde estás?, yo te quiero seguir.

En el evangelio también encontramos muchas veces pequeñas insinuaciones de que Cristo se retiraba por las noches o en otros momentos del día a estar a solas y en silencio con su Dios Padre. Esto como la cosa más natural. Hay testimonios de ello y se dice que lo hacía en algunos momentos especialmente cruciales, aunque ya se deja entrever que estos “retiros” eran lo normal de cada día.

También el evangelio comenta que Cristo en ocasiones se reunía con sus discípulos lejos, en el bosque, donde no los pudiera encontrar nadie. Acostumbraba a hacer lo mismo cuando, por ejemplo, venían de predicar y se los llevaba para que descansen de la predicación, del camino que habían hecho. Algunas veces este retiro se ve frustrado porque la gente los descubre y no los dejan estar reunidos en paz y tranquilos un tiempo. ¡Cuántas horas pasaría Jesús con sus discípulos, escondidos allí en el bosque, en casa de Pedro! ¡Cuántas noches, cuántas tardes, cuántas mañanas charlando, instruyéndoles! Porque eran muy romos los apóstoles y venían con muchas ideas preconcebidas, zelotes unos, otros como el padre de Santiago y Juan, que eran tronadores. En fin, ¡cuántas horas educándolos, qué seminario tan intenso tuvieron a solas los apóstoles, también algunos discípulos, algunas santas mujeres!

En el evangelio, lo que ha quedado plasmado es lo que hizo en público y lo que predicó Jesús. Lo que rezaba a solas ha quedado en la intimidad. Lo que diría a los apóstoles en estas horas también de intimidad queda en el alma, no nos lo cuenta el evangelio, pero nos da los suficientes datos para ver que eso además era lo más importante, ¡Qué duda cabe! la oración con Dios Padre. También la oración común de Jesús con sus discípulos y todo lo que les enseñaría, las parábolas que se las explicaba luego a solas.

Un sacerdote, una religiosa, un laico que quieren seguir a Cristo han de saber encontrar horas de soledad y silencio para estar, como Cristo, con Dios Padre. Jesús no necesitaba tener una casa fija y una cama donde reclinar siempre su cabeza, donde las circunstancias lo llevaban, allí sabía encerrarse a solas, alejarse para estar en oración en soledad y silencio. ¿Queremos seguir a Cristo? Saber hacer esto es lo más importante.

Texto: fragmento de una homilía de Alfredo Rubio
Voz: Javier Bustamante
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanzas

 

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