¿Quién eres tú?, preguntan a Juan el bautista. A lo que él responde: soy la voz de uno que clama en el desierto: “enderezar el camino del Señor”.

Si Jesús es la Palabra, el contenido, Juan viene a ser la voz, ese sonido que da soporte material a aquél que vendrá a anunciar el sentido de la vida.

Pero esa voz que clama ha necesitado del desierto previamente. El silencio y la soledad que permiten liberarnos de aquello que no es esencial, para poder llegar a la raíz de la existencia. El desierto es un lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Desde la experiencia de entregarse tal como uno es al abrazo de Dios, es como podemos levantar la voz para que Dios llene nuestras palabras con su Palabra.

Si Jesús es conducido, después del bautismo de Juan, hacia el desierto por el Espíritu Santo, es este mismo Espíritu el que hace de Juan un hombre del desierto. Jesús y Juan están unidos por el Espíritu Santo, se reconocen mutuamente. Juan aconseja a las personas que dirijan su camino hacia el camino de Jesús. Que reconduzcan su vida haciendo conversión de aquello que les aleja del amor. Jesús, en medio del agua bautismal, inaugura este camino y la primera parada que hace es en el desierto.

Este pasaje del Evangelio es una buena invitación a comenzar nuevos ciclos en nuestra vida. La presencia del Espíritu Santo es vibrante. Cualquier comienzo que hagamos es bueno hacerlo siendo conscientes de la presencia del Espíritu Santo en nosotras y nosotros. Ya sea el comienzo de un día, el comienzo de una actividad, el comienzo de una relación, de un ciclo nuevo… Siendo conscientes de su unción, podemos potenciar nuestros carismas y encaminar nuestro camino tras la huella de Jesús.

¿Quién soy yo? Esta interrogante, junto con muchas otras que nos vamos haciendo, adquiere nuevos colores a la luz del Espíritu. Sobre todo porque quien vive en el Espíritu, vive en libertad. Esa libertad que nos mueve a cruzar desiertos en nuestras vidas, a clamar por lo justo, a preparar el terreno para que otras personas encuentren su libertad…

Texto: Javier Bustamante
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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