Ir descalzo, liberar los pies nos ayuda a percibir la dureza, la textura del suelo que pisamos, su frío, su calor… Caminar descalzos nos permite tomar conciencia de las características de lo que pisamos, de la tierra, pero también de sus gentes y del trato con ellas.

Ir descalzo nos hace pisar con cuidado, mirar donde uno pone los pies, nos permite distinguir los terrenos que más aguantan de aquellos que necesitan más suavidad…

El hecho de ir calzado nos hace sentir una seguridad que puede llevarnos a sentir desprecio por lo que pisamos, ya que no lo conocemos, no sabemos nada de ello, no distinguimos uno de otro.

El caminar descalzo, nos da una humildad que conlleva prudencia de tratar con la adecuada delicadeza aquello que nos rodea.

DEBERÍAMOS ir descalzos dejar la habitación la protección que nos impide ahondarnos en nosotros, dejar que la vida nos interpele, que cada cosa que vivimos nos permita conocernos un poco más, sentirnos y saber qué terrenos pisamos y cómo nos afecta.

Ir descalzo nos permite sentir la vida.

(Reflexión a partir de un texto de Alfredo Rubio de Castarlenas)

Texto: Esther Borrego Linares
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 


 

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