¡Qué tremendo suena! Y sin embargo es una invitación explícita de Jesús en el Evangelio: «Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto» (Mt 5,43)

Si uno entiende esta frase de un modo incorrecto, se descorazona totalmente. ¿Quién puede tener todas las perfecciones de Dios? ¡Somos tan limitados! ¿Es que acaso Jesús pide imposibles?

OLYMPUS DIGITAL CAMERANo. Jesús mismo lo explica de un modo muy claro a continuación (Cf. Mt 5,43s). Dios Padre nos pide que tratemos de ser perfectos como Él en una cosa: amar a los enemigos. Porque «si amáis a los que os aman, ¿qué hacéis de particular?». Y añade: «haced como vuestro Padre Celestial, que hace llover sobre justos e injustos».

EL Papa Juan Pablo II, cuando ha publicado su Encíclica sobre Dios Padre, la ha titulado Rico en Misericordia es decir, el que ama a los hombres a pesar de que nos hayamos hecho enemigos suyos por el pecado.

¡Amar a los enemigos! Enemigo es aquel que no es mi amigo. Me conoce, pero no desea tener conmigo una relación sincera y confiada. Al contrario. Tal vez incluso querría hacerme algún daño si pudiera. Más: quizá me haga daño de hecho. Y a éste es a quien Jesús me invita a amar de un modo especial, por supuesto con ayuda de Dios.

Puede parecer terriblemente difícil, pero no lo es tanto. Sería más arduo intentarlo con personas a quienes soy totalmente indiferente, tanto que ni me miran ni parece que exista para ellas. Cuando uno me odia, al menos eso significa que siente algo hacia mí. Soy alguien para él. Por ese pequeño clavo puedo empezar, aunque sea un clavo ardiendo. El único modo de lograr que algún día me ame, es tratándole yo con amor. Y si me golpeara, poner la otra mejilla, lo cual no es para provocar otro golpe, sino para lograr que se arrepienta y me dé un beso de paz.

Jesús, es cierto, nos invita a cosas no fáciles. Pero ofrece toda su asistencia: la ayuda de la Gracia que nos regala a manos llenas en los Sacramentos, para que podamos hacerlo. Como dice San Pablo: «Todo lo puedo en Aquél que me conforta».

Todo bautizado está llamado a este ser perfecto: a amar a quienes no le aman y hasta le odian.

Jesús abrió camino. Y en toda persona, si es dócil a la acción del Espíritu Santo, Dios hace maravillas.

Por Leticia Soberón
(México)