Esa sola palabra, ya de niños, ponía en alegría nuestra vida, ¡la fiesta!, sensación de que se acercaban unos ratos seguros de felicidad.

Se dice: es fiesta; vamos a una fiesta; ¡organizamos una fiesta!… Todo eso es, en efecto, una dimensión vital y constante de nuestra existencia. Lo afirman los psicólogos. Lo saben los sociólogos. Todas las religiones dicen también llevarnos a una festiva plenitud trascendental.

¡Pero… cuántas veces ese caudal vivificante se tuerce y naufraga, en espejismos de falsas y traidoras complacencias! Un poco de vino alegra el corazón, consta hasta en los libros sagrados. Pero las borracheras, el alcoholismo, deshacen y frustran la alegría de existir. Todos sabemos, así mismo, a qué extremos de autodestrucción lleva la evasión ilusoria de las drogas o la manipulación del amor sin amor.

Sepamos vivir derramando fiesta en nuestro entorno, para iluminar el latido de las gentes. Porque existir ya es una fiesta. La más fundamental de todas.

Qué pena que en el lugar donde ha transcurrido un solidario encuentro y gozoso tantas veces parezca, cuando ya todos se han ido, un campo abandonado de batallas: latas de cerveza, papeles esparcidos, parterres destrozados… Incluso en las casas: ceniceros llenos de colillas mal olientes, vajilla sucia, muebles desordenados, atmósfera cargada… vasos tirados…

Que hermoso sería que también fuera parte y remate de la fiesta, hacer que los lugares y ambientes donde se ha celebrado, quedaran mejor en todo que antes. De modo que quien viniese luego pudiera exclamar: «¡Seguro que aquí se ha celebrado una hermosa fiesta! Porque se siente en el aire transparente, lo pregonan los poros de la cosas, hasta las piedras sonríen».

 

Audio: ¡Es fiesta!

Por Alfredo Rubio de Castarlenas
Voz: Josep Lluis Socías
Música: Manuel Soler, con arreglos e interpretación de Josué Morales
Producción: Hoja Nuestra Señora de la Claraesperanza

 

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