SONETO XXXII

No te temo, Señor, que eres mi amigo

Sólo temo no amarte lo suficiente;
o sea sin ardor, cual inconsciente
de tu gigante amor para conmigo.

Quiero quererte más, No lo consigo
a pesar de mi esfuerzo permanente.
Debería vibrar divinamente
para poder mejor estar Contigo.

Envíame tu Espíritu de Amor
que asumiendo ¡el mío tan pequeño!
transforme mi querer en algo digno.

¡Pues qué vergüenza hallarme tan indigno!
Si no me das lograr este alto empeño,
los dos perdemos con mi desamor.

Alfredo Rubio de Castarlenas
Sonetos en la Ermita

 


 

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